Imbert Barrera dijo: “No iba a dejar que me mataran”

lunes, 30 de mayo de 2011

Santo Domingo
Tres días después del atentado en que fue muerto el generalísimo Rafael Trujillo, uno de sus ajusticiadores, el hoy general Antonio Imbert Barrera, relató en un documento que permaneció inédito hasta junio de 1991 la forma en que el tirano fue asesinado, dice el periodista y escritor Miguel Guerrero.
En una declaración con motivo del cincuenta aniversario de la Gesta del 30 de Mayo, Guerrero señala que el relato le fue dictado a Liliana Cavagliano, hija de los esposos Mario y Dirse Cavagliano, donde se había refugiado Imbert Barrera, huyendo a la feroz persecución de los agentes de seguridad del régimen.
Imbert Barrera había sido llevado en su automóvil a esa residencia por el cónsul honorario de Italia, Francisco Rainieri, después que los Cavagliano aceptaran esconderlo, a pesar de que no lo conocían.
Guerrero, Premio Nacional de Historia del año 2000 por su obra “Al borde del caos”, dijo que el documento fue escrito a máquina en una hoja de tamaño 8 x 13 el 2 de junio de 1961, la misma noche que se refugió en la residencia de la familia italiana, cuyo jefe, Mario, laboraba para la embajada de esa nación.
El temor
Dos años antes, los Cavagliano habían ocultado a Guido D’Alessandro, a quien luego pudieron introducir en un trasatlántico italiano que tocaba frecuentemente el puerto de Santo Domingo, entones Ciudad Trujillo, disfrazado de turista, lo que le permitió evadir la persecución y exiliarse.
Días después, Mario Cavagliano llevó el documento de una página al ingeniero Armando D’Alessandro, quien vivía en la calle Doctor Delgado una esquina más al norte del Palacio Nacional, ante el temor de que los agentes de seguridad (calieses), penetraran a la residencia consular, hicieran preso a Imbert Barrera y se apoderaran del escrito. Imbert Barrera estaba armado de una pistola y había dicho que no se dejaría matar sin defenderse, dijo Guerrero.
Agrega que D’Alessandro acababa de ser puesto en libertad después de haber sido detenido al igual que su abuela, Isabel Mayer, quien había sido una destacada funcionaria del régimen caída en desgracia.
El contenido del documento asustó tanto a Armando que inmediatamente lo escondió.
Quitó la mesa del comedor, separó la alfombra, movió un ladrillo del piso y ocultó allí, dentro de una funda plástica, el escrito.
Guerrero dijo que meses después, cuando ya no quedaban restos de la tiranía, D’Alessandro lo guardó en un archivo, donde permaneció treinta años.

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