Dajabón vive entre el comercio y el agro

miércoles, 23 de febrero de 2011

LA DIRECCIÓN DE ADUANAS COLOCA A ESTE PUNTO DE LA FRONTERA COMO EL SEGUNDO EN IMPORTANCIA PARA LAS EXPORTACIONES HACIA LOS MERCADOS DE LA REPÚBLICA DE HAITÍ

Dajabón
Es lunes. Y el soldado, cojeando, se acerca al portón metálico. Quita los pestillos de seguridad, y abre el paso fronterizo de Dajabón. Los haitianos no esperan un solo segundo para entrar. Niños, jóvenes, adultos y ancianos compiten por llegar primero a los mejores puestos del mercado internacional, que se desarrolla en esta ciudad a partir de las 8:00 de la mañana.

Corren sin detenerse, y al correr sonríen. Sobre los hombros y la cabeza algunos llevan pacas de ropa, artículos del hogar, cosméticos o calzados. Otros entran con carretas, bultos y envases vacíos.

A la derecha del puente fronterizo el Ministerio de Salud Pública tiene instalado un sistema de llaves conectadas a tanques de agua clorada, para que los visitantes se laven las manos antes de entrar al país. La iniciativa pretende evitar que el cólera expandido en Haití afecte a los habitantes de esta parte de la isla.

Pero con la prisa que los lleva, los haitianos no se detienen en el detalle. Cuando dos o tres se lavan las manos, es porque cientos fueron directamente a los puestos de venta.

Los comerciantes dominicanos y sus productos locales e importados llegaron al mercado la tarde o la madrugada anterior. Ya a las 8:20 el murmullo de la oferta y la demanda está por todas partes, en creole y en español.

“En este camión vendemos puntilla de arroz (un desperdicio de las factorías). El saco de 125 libras nos sale a RD$550, y se lo vendemos a los haitianos a RD$600 ó RD$625”, explica José Lizardo Martínez, encaramado en un camión que salió de la provincia Sánchez Ramírez a las 4:00 de la mañana. En el mejor de los casos la ganancia que el arroz le reporta es de 13.6%.

A pocos metros del dominicano, el joven Narciso Wiscose detiene su carretilla.

Escucha una pregunta, y responde: “El saco (de puntilla de arroz) lo compro a RD$900, y lo vendo en Cabo Haitiano a RD$1,200. Así me gano algo”. El comerciante haitiano no sabe que con su reporte de compra desmiente al vendedor de Sánchez Ramírez, y le descubre una ganancia de 63.6%. ¿Y si los dos mienten? No sería raro.

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