La tradición de Nochevieja y Año Nuevo es casi tan antigua como la humanidad, pero cambia de fechas y modo de celebrarla de acuerdo a los diferentes tiempos y culturas.
La celebración del Año Nuevo es una de las más antiguas y universales de las festividades. Hace aproximadamente 4.000 años atrás, los babilonios fueron los primeros en convertir el Año Nuevo en un ciclo festivo que duraba 11 días y que se celebraba al comienzo de la primavera.
Los egipcios celebraban el fin del año con el comienzo de la crecida del río Nilo y la preparación de las tierras para la siembra, mientras que los romanos también hacían coincidir la celebración con la llegada de la primavera y lo festejaban el 25 de marzo.
Pero fue el emperador Julio César el que cambió la fecha al primero de enero, primer día del mes dedicado al Dios Jano. Esto fue confirmado en las adaptaciones que hizo el Papa Gregorio XIII, y es el calendario que rige en nuestros días.
Para los pueblos autóctonos del hemisferio sur en el continente americano, el año nuevo también se celebraba en el solsticio de invierno en el mes de junio.
Las celebraciones de ciertos rituales que se dan en la celebración del nuevo año, tienen su origen en nuestros antepasados, quienes festejaban la llegada del solsticio de invierno en el hemisferio norte. En esta época, cuando la luz es más brillante, la magia de la naturaleza induce a las culturas a realizar rituales cargados de poder para invocar salud, prosperidad y protección para recibir al nuevo año.
Hoy esta celebración es una fiesta familiar, social o de amigos que se reúnen a compartir una cena, bailar divertirse y porque no practicar algún rito que conmemore la ocasión.
Aunque la superstición es criticada como señal de ignorancia para algunos, estas costumbres son aceptadas por la sociedad, que a pesar del avance científico, tecnológico y cultural no logra desprenderse de su pensamiento mágico.
Entre las supersticiones que se practican al dar las doce de la noche e ingresar a un nuevo año o ciclo se dan las siguientes:
Uvas: comer al dar las doce, la misma cantidad de uvas, de una en una por cada mes del año que empieza; otros las ponen debajo de la mesa y no se las comen.
 
 


 
 
 
 







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